Walking.

A pesar de ser dormilona por excelencia, cuando me enteré de que Toronto oscilaría entre 5 y 9 grados centígrados (sin factor brusco de viento, ni humedad excesiva)… Increíble pero me desperté de buenas y temprano… A estas alturas del invierno escucho que la temperatura estará sobre cero y me vuelvo loca de emoción al pensarlo.

Y así, sin muchas ataduras me salí a recorrer las calles de la enorme ciudad que me cobija… Donde crecen angustias y alegrías; soledades y compañías; tristezas, melancolías y sueños.

Al tercer paso, perdí la noción del tiempo … (y evidentemente el rumbo también). Caminé observando asombrada como en medio de los edificios mi alma se veía empequeñecida, como enana en la ciudad de los gigantes…
Se oían murmullos a lo lejos. Y las calles bañadas de sol invitaban al cuerpo a seguir su marcha. Por horas no pensé en nada, ni en nadie…mi recorrido fue un goce constante. No sentí frío, ni hambre, ni soledad, ni vacío.
Olfateo los caminos salados que derritieron la nieve de ayer. Me siento libre al andar, como la ardilla que a mi paso se esconde temerosa.

Me empapo los ojos de la gran ciudad…

Hoy no extrañé nada, ni quise volar a ningún lado, ni hablé, ni grité… sola y sin prisas, simplemente caminé tranquila...