Acabo de regresar a mi realidad, una realidad que me golpea cada vez más fuerte. Y no es que nunca lo haya hecho antes, lo que sucede es que hace un tiempo mi vida tenía un sentido diferente. Mi vida era un trozo de lo que cada quien quería que yo fuera y viera, hoy es una puta agonía frente a todo.

Termino la escuela y no sé que hacer. Y la tesis no parece terminar. No tengo trabajo. No tengo ganas de trabajar tampoco, pero necesito dinero. ¿Cómo saber qué es lo correcto? ¿Cómo seguir un esquema que ya no me gusta, pero que rompe lo que alguna vez fueron mis principios más allegados? Esquema que se trataba de una autodefensa ante todo el mundo. Un odio que definió años eternos de mi vida.

Cotidianeidad. Ir a clases. Hablar. Escuchar. Escribir. Y en la casa regreso a leer los blogs que no leí. A escribir, lo que suelo escribir. A comer, lo que de alguna manera, extraño cada vez menos. A ver a las caras conocidas… a las queridas (como mis chamas). A interpretar las nuevas posibilidades. A crear un mundo con menos dudas sobre quién soy y qué quiero.

Un post medio reflexivo, medio impulsivo, como todo el recorrer de mi camino. Una tristeza tristísima que me recorre las fibras más frágiles, que me fracciona ante cualquier detalle. Un recuerdo latente y duro de no querer que el tiempo sea la muerte. Un puto deseo de vértigo y de dejarme caer, sin explicaciones, sin motivaciones sólidas, sólo caer con el presentimiento de que hay un fondo.

Encontrarte. Contemplarte. Amarte.

No quiero abrir los ojos. Pero mis párpados ya son transparentes. Inútilmente me pregunto a quién puedo engañar si lo que quiero es estar a tu lado. No hay otro camino… sólo esperar.

Contradicción a mi entorno, pero fiel a mi corazón y murmuro al viento con lágrimas que te necesito. Y grito callada y desesperada que lo mejor que me ha sucedido fue conocerte.

Enamorarme fue la resurrección de mi alma Jasson.