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Regresé a Colima hace una semana. Parece que el tiempo se ha pasado lento, sin trascendencias, sin problemas, sin cambios. Parece que mi estancia en Toronto fue un simple sueño del que repentinamente me han despertado sin que lo note siquiera.

Pensé que el regreso sería mucho más extraño de lo que en realidad ha sido. Lo único insoportable hasta ahora es el calor. Maldito calor insufrible que me hace sentirme pegajosa y me pone de malas a ciertas horas del día. Si el infierno existe, seguro Colima es el prototipo de lo que allá se debe sentir.

Por otro lado, Colima sigue como la misma ciudad que dejé. Bares más, bares menos. Antros más, antros menos. Pero el mismo prototipo de gente, las mismas caras, los mismos semáforos y los estúpidos “reductores de velocidad” en cada esquina de la ciudad. No parece que han pasado 10 meses. Todo es como fue ayer.

Sin embargo, mi conexión a Internet, a diferencia de otras cosas, ha sufrido las consecuencia de estar en un país tercermundista (y un pseudos estado con fachada de ciudad que es sencillamente un rancho). Regresé a utilizar el servicio de Internet por teléfono, lo cual me desespera y me ha mantenido un poco alejada del blog. Pero ya estoy de vuelta.

Con actualizaciones a partir de hoy ;).